10/3/10

Recortes de una página de fragmentos

Porque cuando uno es mucho no puede dejar ropa como cuando una maleta pesa mucho. Se pueden dejar brazos, pero no es conveniente. Se pueden quitar ojos para ya no ver las cargas de los otros. Aunque ni eso ayuda a suprimir los sentimientos. Cuando uno es mucho no hay quien lo ayude a ser menos, nadie es capaz. Pero cuando uno es poco están los psicólogos, los padres, los reconocimientos.
¿Y ahora para dónde? Ahora para ningún lado, porque ahora ya no hay camino y no hay manera de trazarlo.
Cuando uno quiere llorar, llora. Pero cuando uno quiere reír no siempre hay solución, ¿la hay ahora? No. ¿Ves? Sí, pero no del todo. Ves pero no sientes, y como ver es un sentido, entonces no ves por completo ¿estoy bien?
Otra vez las ganas de estar sola. Sola, sola, sola. Eco. Pero eco en el cráneo, no en la habitación.
Otra vez las ganas de irme, de llenarme, de estar completa y no como rompecabezas mal cuidado, de esos a los que les faltan piezas.
Otra vez las ganas de no ser y no estar, las ganas de desprenderme del pasado que ha arrastrado mis cadenas a este lugar y a este momento, del pasado que no me ha dejado opción, porque no aceptarlo habría sido como no seguir el camino y como negar lo que me han dicho (eso de que estoy predestinada). Pero habría hecho bien. Habría sido mejor. No me habría encarcelado, porque me había prometido libertad, pero ahora que le pido las llaves de mi candando resulta que no las tiene, y entonces que se lo quede, que lo tenga él aunque no lo cuide… Aunque no me deje sentir.
Heme aquí. Eme. Ene. Aquí.
Pero en fin. Igual no encuentro las llaves en tus bolsillos, en tus compartimientos agujerados; igual me las has escondido, me las has negado, porque igual me quieres aquí, encarcelada en un cuerpo que a veces quisiera no fuera el mío. Pero no hay opción. No hay huecos ni hendiduras. Hay esto aquí, y no hay otro lado, no hay otro aquí, sólo está este.

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