10/3/10

Flash news en un diario reciclado

II. Quien quiera empezar la guerra que lance el primer ladrillo. Si no era así como haya sido. El punto es que no te ataco porque no quiero que me ataques, y no te grito porque no quiero que me grites más fuerte. Y no te cuento mis cosas porque las tuyas no me interesan.
Hay que tomar el cordel por los extremos y comerse el pan sin derramar migajas. Y que los sapos brinquen tiene su razón de ser, no creas que fue nada más porque alguien quiso así las cosas.
Decidirás no irte en éste sino en el próximo taxi. Y el que elijas tendrá un chicle debajo del asiento del copiloto y no lo vas a ver pero sentirás que algo anda mal. Y claro, no te vas a bajar porque te dará miedo estar solo a la mitad de la calle esperando uno en el que todo ande bien, porque además no estás seguro de que exista.


III.
Una mosca. Ah sí, dos más dos es cuatro ¿y qué va a pasar con todos nosotros, todos los que no tenemos la culpa pero estamos aquí sentados porque nos obligan? Y cuatro más cuatrocientos setenta y nueve…pues cuatrocientos ochenta y tres ¿no? Decir que me obligan no es algo concreto, porque ellos dicen que no lo hacen pero si no vengo me castigan ¿No es eso obligar? Bueno igual, si no vengo me castigan y es una manera de hacerme tener que hacer las cosas…hacer, hacer y tener que hacer. Qué demonios, si yo quiero un edificio con cuatro elefantes en el jardín no lo podré tener porque no es lo que tengo que hacer. Y si no quiero ir el domingo a la iglesia estoy jodido porque tengo que ir. Y al final se divide todo entre siete. Necesito goma…bueno ya luego. Me cortaré el cabello con un mohicano en medio y me perforaré ambas orejas y me vestiré con pantalones de cuadritos y tendré botas industriales…Y todo al cuadrado, para luego sacarle raíz.

Recortes de una página de fragmentos

Porque cuando uno es mucho no puede dejar ropa como cuando una maleta pesa mucho. Se pueden dejar brazos, pero no es conveniente. Se pueden quitar ojos para ya no ver las cargas de los otros. Aunque ni eso ayuda a suprimir los sentimientos. Cuando uno es mucho no hay quien lo ayude a ser menos, nadie es capaz. Pero cuando uno es poco están los psicólogos, los padres, los reconocimientos.
¿Y ahora para dónde? Ahora para ningún lado, porque ahora ya no hay camino y no hay manera de trazarlo.
Cuando uno quiere llorar, llora. Pero cuando uno quiere reír no siempre hay solución, ¿la hay ahora? No. ¿Ves? Sí, pero no del todo. Ves pero no sientes, y como ver es un sentido, entonces no ves por completo ¿estoy bien?
Otra vez las ganas de estar sola. Sola, sola, sola. Eco. Pero eco en el cráneo, no en la habitación.
Otra vez las ganas de irme, de llenarme, de estar completa y no como rompecabezas mal cuidado, de esos a los que les faltan piezas.
Otra vez las ganas de no ser y no estar, las ganas de desprenderme del pasado que ha arrastrado mis cadenas a este lugar y a este momento, del pasado que no me ha dejado opción, porque no aceptarlo habría sido como no seguir el camino y como negar lo que me han dicho (eso de que estoy predestinada). Pero habría hecho bien. Habría sido mejor. No me habría encarcelado, porque me había prometido libertad, pero ahora que le pido las llaves de mi candando resulta que no las tiene, y entonces que se lo quede, que lo tenga él aunque no lo cuide… Aunque no me deje sentir.
Heme aquí. Eme. Ene. Aquí.
Pero en fin. Igual no encuentro las llaves en tus bolsillos, en tus compartimientos agujerados; igual me las has escondido, me las has negado, porque igual me quieres aquí, encarcelada en un cuerpo que a veces quisiera no fuera el mío. Pero no hay opción. No hay huecos ni hendiduras. Hay esto aquí, y no hay otro lado, no hay otro aquí, sólo está este.